jueves, 11 de noviembre de 2010

EL PUEBLO DESESPERADO: EL NIÑO EPILÉPTICO. Lc 9,37-43a.

37 Al día siguiente, al bajar ellos del monte, salió al encuentro de Jesús una gran multitud
38 y, de pronto, entre la multitud un hombre exclamó:
- ¡Maestro, por favor, fíjate en mi hijo, que es el único que tengo!
39 Sin más lo agarra un espíritu, y de repente da un grito, lo retuerce entre espumarajos y a duras penas se va, dejándolo molido.
40 He rogado a tus discípulos que lo echen, pero no han sido capaces.
41 Jesús replicó:
- ¡Generación sin fe y pervertida! ¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros y soportaros? Trae aquí a tu hijo.
42 Mientras se acercaba lo derribó el demonio y empezó a retorcerlo. Jesús conminó al espíritu inmundo, curó al muchacho y se lo devolvió a su padre.
43a Todos quedaron impresionados de la grandeza de Dios.


EXPLICACIÓN.

Ineficacia, incomprensión y exclusivismo de los discípulos. 37-43a. Hijo único (38), como el de la viuda (7,12) y la hija de Jairo (8,42): tercera figura del pueblo. El primero, Israel que muere por estar privado de su Dios (falta de profetas); la segunda, el pueblo en peligro de muerte por la sumisión a los dirigentes religiosos; el epiléptico, el pueblo desesperado y dado a una inútil violencia por no ver salida a su situación (39). Los discípulos, que no aceptan el mesianismo de Jesús, incapaces de prestarle ayuda ni de ofrecer alternativa (cf. 9,1). El apóstrofe de Jesús (41, cf. 7,31); Dt 32,5.20: de la generación del éxodo) se dirige tanto a la multitud como a los discípulos. Espíritu inmundo (42), incompatible con Dios. La denominación el muchacho se corresponde con la usada para la hija de Jairo (8,54). Jesús libera al pueblo de ese espíritu que lo destroza inútilmente.

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